Giró tres veces la llave y abrió la puerta. La casa estaba a oscuras. Pese a los veinte años transcurridos –veinte años y un día concretamente–, aún recordaba donde estaba el interruptor general de la corriente. Lo activó poniéndose de puntillas y milagrosamente tanto tiempo después, algunas de las bombillas del pasillo y de alguna habitación se encendieron.
La mujer que miraba el mar
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